domingo, 31 de marzo de 2013

Instantes.

Recargada en mis penas estaba dando vueltas
en el sinfín de la habitación .
Cada rincón parecía expandirse ante su respiración
sin compás que acompañaba a cada palabra
que leía de ese su libro añejo.

Sin resplandor casi, pero atento a cada sílaba
trataba de aferrarse a sus recuerdos para
decirme una vez más que todo era verdad.

Aprendí entonces, que se puede estirar
las horas para agradar a quien deseas.
Que se puede ocultar tristeza y dolor,
bajo un suave y lento decir de algo.

Juraba y asentaba que todo lo publicado
era su completa y certera confesión,
como gritar desde siempre que era amor 
y de los buenos.

Envuelta con esa seda casi rosada,
destilamos cada instante para despedirnos
al borde de esa triste ventana,
Tu volabas, yo ya no te retenía
porque esa madrugada no hubo
escala en tu vuelo.


Mdeac.


1 comentario:

Juan dijo...

Madrugada sin vuelo..., tal vez de una libélula.
No hay que desesperar