lunes, 24 de enero de 2011

Escribiente no florentino.

Me habías comentado que para quién
escribías, si nadie te leía.
Yo aseguraba que era lectora incansable,
pero la rutina me invadía.

Te apenaba saber que todo iría al tacho,
y al final pasarías como un viento.
Yo mantenía mi firmeza de fidelidad,
de coleccionar tus notas,
pero la costumbre, también llegó.

Me abrumé de lienzos, hojas y claveles;
como todo en esta vida, coleccioné
y llené habitaciones de susurros
que ahora , se esparcieron.

Nada queda, más que el presente,
cuando tu voz y tus líneas
me despiertan del letargo
de las promesas primeras.

Enjambre de melancolías que salen
por las ventanas que olvidé cerrar.
Ese fue el motivo de tanto olvido
por ese huracán que esparció
tus poemas y frases incumplidas.


**(Estas palabras tienen nombre y apellido.
Existe, persiste y miente.
Otro enero de otro año más.)

Rosa al fin.

Sin pensar dejé correr los días,
dejé que el agua surcara nuevamente
aquel camino del lado.
Fingí no mirar la fecha, para darme el valor
que al voltear en esta esquina, es un año más.

He tratado de parar el horizonte y querer verte,
cuándo esa ave ha pasado tan cerca que su suave
frescor me hizo saber de tu aliento.

Nadie más conoce de nuestro secreto,
de aquello guardado entre algodones
con mucha espuma que encaja
tan fino en el hilar de tu camisa.

No he mirado el día, ni la hora.
Ahora ya casi no cuento, como antes
la ausencia. Será que estoy aún,
en el mismo lugar o me desdibujé sin darme
cuenta.

Dímelo a la distancia, si la rosa
aun perdura desde la última vez
que la dejé entre el trinar y el sol,
de aquella mañana sin recuerdo.

(Rosas rojas ausentes).
24-01-11