escribías, si nadie te leía.
Yo aseguraba que era lectora incansable,
pero la rutina me invadía.
Te apenaba saber que todo iría al tacho,
y al final pasarías como un viento.
Yo mantenía mi firmeza de fidelidad,
de coleccionar tus notas,
pero la costumbre, también llegó.
Me abrumé de lienzos, hojas y claveles;
como todo en esta vida, coleccioné
y llené habitaciones de susurros
que ahora , se esparcieron.
Nada queda, más que el presente,
cuando tu voz y tus líneas
me despiertan del letargo
de las promesas primeras.
Enjambre de melancolías que salen
por las ventanas que olvidé cerrar.
Ese fue el motivo de tanto olvido
por ese huracán que esparció
tus poemas y frases incumplidas.
**(Estas palabras tienen nombre y apellido.
Existe, persiste y miente.
Otro enero de otro año más.)