Tu molestia es la que inunda y hace florecer el encuentro,
cuando tu mirada parece esconderse en aquel libro.
Ya sabemos desde el inicio que deseas el brindis
amoroso y fraterno.
Cuándo tratas de embellecer con tus mejores palabras,
y sonrisa una conquista, nuevamente adivino lo que viene.
Y tanto apareces en mi regazo que a cada instante
suspiro y siento ese aroma, tan tuyo, tan propio.
Al encender las velas y dejar de lado el violín,
veo en tu reflejo que tratas de copiar mi pentágrama,
y alucinar mi música infame.
Yo te adivino y venero cuando tu figura y su pañuelo,
se desliza en el balcón, que da a la mar.
Ya sabes que aunque pase más tiempo, estamos
colgados en estas cornisas de color púrpura,
que no deja de brillar.
Quizá el otro verano, sin niebla y gaviotas;
quieras acompañarme en el vals clásico que dejamos
a medias.
M.
26-12-12