El dolor del mejor amigo de “Solitario George”
El ecuatoriano Fausto Llerena fue el encargado de cuidar a la tortuga gigante por 30 años
El cuerpo del Solitario George es trasladado por Fausto y otro cuidador. (Reuters)
Como todos los días, el último domingo Fausto Llerena fue a visitar a su amigo de más de 100 años, Solitario George, la última tortuga gigante Galápagos que había con vida. El cuidador vigilaba cuidadosamente al animal hasta en sus días libres. Lamentable fue su sorpresa al ver que el quelonio no lo recibía como siempre. En ese momento, el mundo perdió a la última tortuga gigante, Ecuador perdió a un símbolo y Fausto a un muy querido amigo.
Fausto no fue solo el cuidador de “Solitario George”, sino que el centro de conservación donde habitaba la tortuga lleva su nombre, el Centro de Crianza de Tortugas Gigantes Fausto Llerena, en la isla Santa Cruz. Don Fausto, de 72 años, contó a la BBC su relación con el animal y el dolor que le dejó su muerte.
GRAN AFECTO
“Yo sentía mucho afecto por él, incluso lo iba a visitar los fines de semana. Venía a mi encuentro, se paraba enfrente y estiraba el cuello y abría la boca. Y ahí se quedaba parado con la boca abierta un buen momento, con la mirada fija, sin parpadear, como si quisiera decirme algo”, contó Llerena al medio internacional.
“Yo sentía mucho afecto por él, incluso lo iba a visitar los fines de semana. Venía a mi encuentro, se paraba enfrente y estiraba el cuello y abría la boca. Y ahí se quedaba parado con la boca abierta un buen momento, con la mirada fija, sin parpadear, como si quisiera decirme algo”, contó Llerena al medio internacional.
Llerena cuenta que entendía muy bien a la tortuga. “Cuando subía la cabeza y estiraba el cuello, el Solitario George quería comunicar un saludo, darme la bienvenida, como si me preguntara, ¿cómo estás?”.
SUPERARON DIFICULTADES
El cuidador narró que en dos oportunidades tuvo que resolver dificultades que pusieron en riesgo la salud de la tortuga gigante.
El cuidador narró que en dos oportunidades tuvo que resolver dificultades que pusieron en riesgo la salud de la tortuga gigante.
En una ocasión una indigestión fue curada con una papaya. “Le dimos primero un cuarto de papaya, luego una mitad y finalmente una entera hasta cuando estaba bien y se suspendió la papaya”.
“Otra vez se le cayo una uña. No se movía, fui a verlo y tenía inflamado el brazo. Los veterinarios le pusieron unas inyecciones y ya se compuso”.