Con brochas y espátula, fingías decorar
mientras el vino seguía en la nevera
aguardando su demostración.
Con velas furiosas de la espera
prometías un color pastel
de primera intención.
Cuanta conversión y discusión,
para llegar a la tonalidad alborotada
que debía representar nuestra mirada.
No importa si llega la crítica y es adversa, decías
pues lo importante es estar.
Con Modigliani de por medio, tratabas
de calcar mis pensamientos,
pero sabíamos que ni el óleo negro
podía disimular.
Cuanto amor desbordado que ahora ahoga
nuestro pensar, a millones de distancia luz.
Pero siempre esa nube dibujará el contorno
de rostros y emblemas, tras la ventanilla
del avión insensato.
Tu mi Van Gogh alucinado y por entonces,
tu vengadora insoportable.
(En el curso de la vida).