Cuando la luz del día va desfalleciendo, que poco nos deja entonces el vivir.
Veo caer la penumbra y te llega al alma, para enloquecer, sin salir siquiera
de la pendiente. Sólo procura detener, entonces, lo más rápido que puedas,
las aristas que aun floran en el aire.
Cada tarde, debes atraparlas, antes de que la noche llegue al fin. Antes que tus pijamas
te arropen de nuevo, procura guardar cada alita de celofán, de esas,
que por algún rincón se quieren perder.
Serán tu recuerdo, que junto a tu abrigo y tus anteojos, vas a llevar
a la tarde del otoño largo, sosiego y sin mancha. Al encuentro del
invierno que seguro, todos vamos a probar.
A sentir, a dejarnos envolver, a mirar por el cristal, sin que en realidad
acaso sientas algo. La penumbra, aquella que tanto temen, pero que llegará.
puede que cargada de aroma diluído por los años, o por la naftalina insoportable.
Por eso, los atardeceres, fueron cómplices y delatores, de la pasión, que ahora
solo serán recuerdos como alitas trasnparentes, sin peso ni color, ni nada.
meche
La búsqueda eterna, absoluta, con la reflexión a cuestas, tratando de anotar lo que a veces nos sale del alma. Otras, del corazón, y a veces por la impotencia de gritar en el apretado silente vivir. Invito a compartir el espacio con la añoranza de dejar huella, en el continuo andar arrinconado de nuestras almas de escritores disfrazados.
jueves, 14 de agosto de 2008
sábado, 2 de agosto de 2008
Oh¡ Señor de Sipán.
Caminaba con las la manos en alto, como queriendo enseñar al cielo algo escrito en sus palmas. O podías hacerlo, por el simple hecho de querer tapar el sol que incandescente caía, en la tarde de febrero.
Pero, las palmas hacia arriba, como querer obtener energía en ese terreno, ahora árido, donde miles de años antes, pisaron con fuerza espantosa y aguerrida, el blindaje que marchaban fiero junto a ese señor norteño.
Sin doblegar sus espaldas pero sin osar mirar de frente, esa corte de doncellas, soldados y pajes, transitaban orgullosos, ante su Señor de Sipán.
Pisar el complejo arqueológico, le daba la seguridad de estar presente al lado de esos hombres y mujeres sin tiempo, que recorren por siempre las pirámides de adobe.
Oh Huaca Rajada, que enarbolaban la tumba de este hermoso Señor de Sipán, que ahora en maravillado espectáculo te recorren miles de miles, a diario.
Estas manos, mirando al cielo , lograban poco a poco el cometido de energizar, saber que Sipán, perteneciente a la Cultura Mochica(400 a 600 d C.), allá en Chiclayo, en el Norte del país que repercute al mundo: PERU, muestra nuevamente su oro y orgullo.
Su cerámica, su excelente metalurgia y orfebrería, quien diría que Verónica del Viento, nuevamente se encontraba con sus antepasados con la montaña, la laguna, el río, los cañaverales, el spondylus´, la plata, el oro, en fin, el mismo Señor que le salía al encuentro.
Ese febrero, fue interminable, esa tarde fue descomunal, esas palmas brillaron a lo alto. Fue el aplauso, al final. Como queriendo brindar por el esplendor que descubría, al mirar esa tierra ahora escondida al presente.
Al volver a la realidad, las tumbas estaban ahí entre calaveras carcomidas, entre piezas textiles con aun sus colores firmes, y sus vasijas. sus mujeres, sus soldados,su corte, sus animales. Todo encajaba perfectamente, pues la reconstrucción arqueológica había sido dada.
Verónica del Viento, asumió esta vez, su verdad. Retornar a su lugar de origen, a proseguir las excavaciones, con una fina brocha, mascarilla, zapatos especiales y con mucho cuidado.
Su labor de arqueóloga, debía terminar y dejar para el otro año, su decisión de casarse. Primero estaba su Señor de Sipán, y los miles de años que tranquilamente esperaban su descubrimiento, de ser una maravilla más al mundo contemporáneo.
mdeac.
02/2008
Pero, las palmas hacia arriba, como querer obtener energía en ese terreno, ahora árido, donde miles de años antes, pisaron con fuerza espantosa y aguerrida, el blindaje que marchaban fiero junto a ese señor norteño.
Sin doblegar sus espaldas pero sin osar mirar de frente, esa corte de doncellas, soldados y pajes, transitaban orgullosos, ante su Señor de Sipán.
Pisar el complejo arqueológico, le daba la seguridad de estar presente al lado de esos hombres y mujeres sin tiempo, que recorren por siempre las pirámides de adobe.
Oh Huaca Rajada, que enarbolaban la tumba de este hermoso Señor de Sipán, que ahora en maravillado espectáculo te recorren miles de miles, a diario.
Estas manos, mirando al cielo , lograban poco a poco el cometido de energizar, saber que Sipán, perteneciente a la Cultura Mochica(400 a 600 d C.), allá en Chiclayo, en el Norte del país que repercute al mundo: PERU, muestra nuevamente su oro y orgullo.
Su cerámica, su excelente metalurgia y orfebrería, quien diría que Verónica del Viento, nuevamente se encontraba con sus antepasados con la montaña, la laguna, el río, los cañaverales, el spondylus´, la plata, el oro, en fin, el mismo Señor que le salía al encuentro.
Ese febrero, fue interminable, esa tarde fue descomunal, esas palmas brillaron a lo alto. Fue el aplauso, al final. Como queriendo brindar por el esplendor que descubría, al mirar esa tierra ahora escondida al presente.
Al volver a la realidad, las tumbas estaban ahí entre calaveras carcomidas, entre piezas textiles con aun sus colores firmes, y sus vasijas. sus mujeres, sus soldados,su corte, sus animales. Todo encajaba perfectamente, pues la reconstrucción arqueológica había sido dada.
Verónica del Viento, asumió esta vez, su verdad. Retornar a su lugar de origen, a proseguir las excavaciones, con una fina brocha, mascarilla, zapatos especiales y con mucho cuidado.
Su labor de arqueóloga, debía terminar y dejar para el otro año, su decisión de casarse. Primero estaba su Señor de Sipán, y los miles de años que tranquilamente esperaban su descubrimiento, de ser una maravilla más al mundo contemporáneo.
mdeac.
02/2008
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