jueves, 14 de agosto de 2008

Antes del anochecer.

Cuando la luz del día va desfalleciendo, que poco nos deja entonces el vivir.
Veo caer la penumbra y te llega al alma, para enloquecer, sin salir siquiera
de la pendiente. Sólo procura detener, entonces,  lo más rápido que puedas,
 las aristas que aun floran en el aire.

Cada tarde, debes atraparlas, antes de que la noche llegue al fin. Antes que tus pijamas
te arropen de nuevo, procura guardar cada alita de celofán, de esas,
que por algún rincón  se quieren perder.

Serán tu recuerdo, que junto a tu abrigo y tus anteojos,  vas a llevar
 a la tarde del otoño largo, sosiego y sin mancha. Al encuentro del
invierno que seguro, todos  vamos a probar.

A sentir, a dejarnos envolver, a mirar por el cristal, sin que en realidad
acaso sientas algo. La penumbra, aquella que tanto temen, pero que llegará.
puede que cargada de aroma diluído por los años, o por la naftalina insoportable.
Por eso, los atardeceres, fueron cómplices y delatores, de la pasión, que ahora
solo serán recuerdos como alitas trasnparentes, sin peso ni color, ni nada.

meche

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No tema,. gran señora.Su penumbra llegará cargada de vivencias, recuerdos y, sobre todo, de la gran realidad que esperas.¿O, no?

Anónimo dijo...

Anónimo:

Gracias por esas reconfortantes palabras, que resplandecen en la penumbra.

La luz dicen, está al final del pasadizo, y hay que saber llegar hasta ella.