Enfundados entre ropajes selectos, con libretas y pinceles,
a veces con vinagre Bully, con mentholatum, con Ice Hot, o
cuantas pastillas he atiborrado algunos pasajes de vuestras vidas.
Mi inicio, sin haberlo aprendido, surgió del mucho deseo desencadenado sobre dos cositas tiernas, confundidas en peluches de amor, antes compartido.
Atardeceres de brillo ajustados a una TV, que luchaba contra tareas propias de colegio. Figuritas recortadas, líneas que deditos ágiles, formaban la bendita vocal.
Domingos de risas, bulla y dormidera, para un lunes de siempre.
Un caminar al encuentro de su dulce adolescencia, casi interrumpida
lapso doloroso, que acallamos en el alma. Seguir andando, para buscar
y hacer el camino, fortificados por una insigne melancolía, que nadie más entiende.
Cabellos dorados y castaños, que adoro y extraño. Caricias maternales, que
con el tiempo, llegan a hastiarles. Cuando el "Ángel de mi Guardia, dulce compañía...",
puede ser arrimada por la llamada inoportuna, por el cansancio, por que ya no.
Tardes de mar, que doraron cuerpecitos, tan blancos como el pan.
Signos y claves secretas, que dignificaron, unirnos más, confundiendo
las caricias con las esperadas navidades.
La foto de cada año, para chequear el crecer de cada cachorro. El momento esperado de la entrega de regalos y posterior confabulada confusión, reincidir en algunos obsequios.
En el entorno de luces intermitentes, con muchos a nuestro alrededor,
que fueron haciéndose, pocos.
Montones de recuerdos, que se amarillean en el marco insensato de la vida. Cada cual , sigue caminando, con una experiencia de por día, descubriendo y venciendo. Como lo hicimos, y lo hizo los padres de nuestro padres, y así por siempre. Pero cuando el cariño se derrama, y cuando se espera sin recibir, es cuando fluctúa mi posición y desestabilizo la sin razón.
Cuando la noche de los tiempos, desprende una flor y otra al siguiente año,
se comprende, que se vive más aprisa,
que el beso de los hijos, es la fuente primera,
la mañana soleada, la caricia esperada, porque de cuatro ,
se transformó a tres.
Porque sus risas y bullicio, llenan mi recinto;
porque son el orgullo de quien
vive en olor a santidad petrificada
de espanto, sin saber de ustedes
por los años de los años, Amén.
Para ustedes que me convocan.