viernes, 25 de julio de 2008

Dedos de la mano.

Mis poemas que ahora se cuentan con los dedos de la mano
no se refieren al maná ni a la tierra prometida sino al valle de lágrimas que algunos ignoran y que tantos de tantos observan con el agua hasta el cuello.
No. No es una visión pesimista. Al contrario, en esas aguas crapulosas y tristes hay miradas que se reflejan y luces que brillan. Y a veces eso basta.
Dónde está el poema, me preguntan y la verdad no se qué decir.
Que otros busquen en esas aguas el espejo reluciente. Yo, el traicionado, el olvidado, el réprobo por mi culpa, por mi grandísima culpa, seguiré buscando la gota que resume el mar y lo atesora.
Se que a nadie en verdad le importa lo que escribo. A mí tampoco me importa.
Detesto las apariencias, se dónde están, dónde crecen, por qué vastísimas llanuras se dispersan.
Amo las esencias pero no se dónde están, ni dónde crecen, ni por qué túneles o laberintos andan ahora.
Este es, sin duda, un verdadero poema y lo celebro
solo
con la conciencia tranquila de ser un buscador, como el google, pero que casi nunca encuentra nada.
Y que todo lo perdió por un mal click o un virus o qué se yo.

Anónimo Veneciano,
días perdidos en el laberinto
del cada día con su noche.
Almanaques más o menos, que
al final, la vida continúa igual.

Ahora en el 2008.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Como podeis vos pensar que a nadie le importa lo que escribe. Vos sois una poetisa de primera y acá en Argentina muchos amigos me comentaron lo mismo.