La búsqueda eterna, absoluta, con la reflexión a cuestas, tratando de anotar lo que a veces nos sale del alma.
Otras, del corazón, y a veces por la impotencia de gritar en el apretado silente vivir.
Invito a compartir el espacio con la añoranza de dejar huella, en el continuo andar arrinconado de nuestras almas de escritores disfrazados.
viernes, 11 de diciembre de 2015
Sueño simple.
Es que de pronto ya me cansé de estar sola, es que las olas necesitan llegar a la orilla . Porqué en ese orden se dispara esta vida que a veces se agazapa y me altera el sentido. Dispongo de mi tiempo, de mi y sin rendir cuenta a nadie parece que el fluir va bien. Peor porque abruma el tedio que sin querer propicio. Se encuentra en sus sueños y sus amantes la bendicen como antes, el altar que le edificaron ahora zozobra aun en sus oníricos recuerdos. Con espacios y acomodos, en rumbo al camino pero dice estar sin sombra entonces, porque le falta la mano propiciadora, el hombro que le refugie la copa vacía y en caminar a la deriva Se cansa de su soledad y su ausencia embarga,una vez más, la debilidad de la tarde pueblerina. Discurre simplemente entre esas ráfagas que el viento te menea y encuentra tu soledad para llevarla con pompa a tu lecho. Para ti (mdeac)
1 comentario:
Juan
dijo...
Siento un inmenso acercamiento a sus sentimientos y daría cuanto pudiera por ser el hombre que llenara esa sensación que Vd. tiene y manifiesta. Pero creo que Vd. misma vale más en si misma que apoyada por un hombre que no alcanzara la dimensión inmensa de su papá. Y ese hombre, desgraciadamente no soy yo, aunque me gustaría serlo para ponerme a sus piés y pedir su mano. Permítame al menos que le envie un beso y el deseo de que supere esos gajes de la soledad, apoyada en su propia valía. Juan
1 comentario:
Siento un inmenso acercamiento a sus sentimientos y daría cuanto pudiera por ser el hombre que llenara esa sensación que Vd. tiene y manifiesta. Pero creo que Vd. misma vale más en si misma que apoyada por un hombre que no alcanzara la dimensión inmensa de su papá. Y ese hombre, desgraciadamente no soy yo, aunque me gustaría serlo para ponerme a sus piés y pedir su mano. Permítame al menos que le envie un beso y el deseo de que supere esos gajes de la soledad, apoyada en su propia valía. Juan
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